¿Terapia?

«¿Lo que me pasa es para hacer una psicoterapia?, ¿la necesito?… Me han dicho que me iría bien, pero… ¿esto sirve de algo?». Uno puede saber de algún otro que está contento con su terapia, o con su terapeuta; también puede saber de alguien que ha podido hacer incluso más de una terapia estando, ahora, peor que antes. ¡Ajá!, la terapia ¿cura?

Yo llamo «paciente» al terapeutizado porque pone de relieve el reconocimiento de la enfermedad, no por la connotación que pueda tener de pasivo. La demanda de tratamiento implica una buena dosis de disposición activa y cierta consciencia, al menos, de sentirse entrampado en algún aspecto de su cotidianidad o de su relación consigo. Lo que cura es el proceso de integración intra-personal que se va dando a través del proceso terapéutico. Quien recorre el camino hacia sí mismo es el paciente. El terapeuta orienta a través de su calidad de presencia y de su intervención, con el objetivo de que el paciente vaya haciéndose cargo de sí.

Lo que molesta -eso que me gustaría cambiar- conlleva afirmaciones como «yo no tendría que ser así» o «yo no tendría que experimentar eso». Así eres y eso te creas. Los síntomas -esos pensamientos angustiantes y acciones o estados de ánimo entorpecedores del buen vivir- y las situaciones que uno se encuentra repitiendo de forma insatisfactoria y sufriente son, además de vividos, producidos por uno mismo.

Son la mejor forma que uno ha encontrado para canalizar la angustia consecuente de los conflictos internos no suficientemente reconocidos, de aspectos de sí no aceptados y de situaciones pasadas no resueltas ni encaradas que contienen necesidades no satisfechas, frustraciones no elaboradas, mentiras que uno aún sostiene… dolor, agresión y amor no reconocidos. Durante el proceso terapéutico estos aspectos se reavivarán, se pondrán en primer plano al dirigir la atención al transcurso de la experiencia actual momento a momento. Podrán ser transitados y reapropiados al ir cediendo en las actitudes y comportamientos evitativos que los mantienen alejados de la conciencia.

En nuestro enfoque terapéutico, el terapeuta facilita este proceso de toma de conciencia a través de dar espacio y de apoyar la vivencia y expresión genuinas, así como de frustrar y confrontar las mentiras que el paciente se cuenta y las manipulaciones que hace. Podemos decir que el síntoma es una manipulación hacia uno mismo y hacia los demás. Sustituye la respuesta espontánea, no programada, de quien lo produce. Es una reacción en lugar de un acto verdadero que implicaría reconocimiento y responsabilización del propio deseo. A la vez, el deseo de quien lo ejecuta, como ya afirmaba Freud, no anda lejos. Está entrelazado y oculto en el mismo comportamiento o pensamiento sintomático.

Sabemos que además de la formación y la experiencia, además de la honestidad y del buen hacer del terapeuta, para que un proceso terapéutico acompañe a la sanación del paciente, éste tendrá que estar dispuesto a encontrarse con aquello de sí que no concuerda con su autoimagen ni con el ideal de lo que tendría de ser. La terapia cura en la medida que orienta y permite asumir quién es uno frente a los demás (no en función de los demás) y frente a sí mismo.

Cristina Nadal (1998)

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