El síntoma, una acción

Cuando alguien acude a nosotros anda en busca de algo que no tiene o que le sobra en su vida. Anda en busca de la posibilidad de experimentar emociones, estados anímicos o situaciones que no consigue, como tranquilidad, vitalidad, autoestima, mayor capacidad de decisión… pareja, reconocimiento… sentido a su vida. Y también viene para quitarse de encima fobias, «muermo», ansiedad y angustia, insatisfacción, culpa…

Todo método psicoterapéutico tiene como objetivo la consecución de un cambio que lleve a una mejor calidad de vida. Desde la perspectiva de la Terapia Gestalt decimos que la apertura de uno a enterarse de sí y de su mundo, y la tarea de responsabilizarse de sus actos, lleva a la sanación. Ello requiere que uno pueda tomar asiento en su propio seno.

Las actitudes evitativas que sostienen el síntoma son automáticas, reactivas a un mundo más fantasmagórico que real y se disparan sin nuestro expreso consentimiento. Una obsesión tiene la característica de idea repetitiva e inevitable. Un acto compulsivo es aquél que el individuo no puede dejar de realizar, a menos que esté dispuesto a, y pueda, soportar el alto grado de angustia que se le despierta en caso de que deje de hacerlo (comprobar si ha cerrado la puerta, el gas… colocar objetos de una determinada manera para poder estar medianamente tranquilo…). Las ideas y sentimientos neuróticos de derrota no atienden a las realidades alentadoras tantas veces remarcadas por los amigos del afligido, es más, suelen complicar dichas relaciones.

El síntoma es una acción que uno hace. ¿Quién si no?. Sin embargo son pautas de comportamiento experimentadas como ajenas. Quien ejecuta la acción sintomática (vaginismo, ataques de ira incontrolables…) dirá que no la quiere. Verdad y mentira. Claro que le hace sentir mal; sin embargo cumple su función intrapsíquica y relacional. Por lo tanto, la anterior es una afirmación hecha sólo desde una parte de uno ignorante del deseo motor del síntoma. También piensa, y a veces dice, habiendo depositado en ello mucha esperanza: «Yo cuando no tenga esto que me hace sufrir… (o) cuando consiga esto que vengo a buscar… seré un hombre nuevo o una mujer nueva». Lo nuevo y bueno será no tener o haber conseguido aquello o lo otro. Lo difícil es asimilar que uno sigue siendo un simple ser humano por más que tenga o haga. Igual de difícil, y a veces más, será aceptar que el otro tampoco es completo, ni es Dios, aunque nos empeñemos en ello o nos ocupemos de machacarle por no serlo.

Me interesa del psicoanálisis su concepción del nacimiento del yo a través de la identificación con una imagen especular mediatizada por la mirada y el deseo de la madre. Ese narcisismo constitutivo de la psique que, en su prevalencia, impide la maduración, tanto en su vertiente «Soy super guai» como en la versión «Soy siempre un desastre».

El acercamiento a ser quien uno es pasa por la posibilidad de ir encarando la angustia y por ampliar la capacidad de transitar el vacío, que sólo será fértil después de dar paso al vacío de ser.

Cristina Nadal (1999)

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