Elogio de la neurosis

Al empezar un proceso terapéutico, se suele tener la expectativa de eliminar los aspectos del carácter de uno que acostumbran a ser fuente de frustración, dolor, incomunicación y también otros sentimientos y situaciones (por cierto, nada envidiables). A estos aspectos los podemos llamar neurosis. Apuntado esto, el título puede parecer una broma de mal gusto…

Pero veamos el fondo del asunto. En primer lugar, una cuestión importante es que la neurosis es inevitable: a lo largo del proceso de terapia, nos percatamos de que lo que presuponemos como curación no equivale a terminar con la neurosis. Más bien la cosa toma otro cariz: se va descubriendo que, en realidad, a lo sumo podemos aprender a nadar -y no siempre guardando la ropa- por entre el oleaje de las pasiones, emociones y obsesiones conflictuantes. Un ejemplo clásico de esto lo tenemos en el miedo. Es una ilusión creer que un día podremos dejar de tenerlo, pero sí es posible aprender a pasar a través de él sin que nos paralice.

En segundo lugar, y para acercarme al meollo del escrito, me serviré de un par de citas. La primera de Goethe: “Has despreciado al diablo y no se puede olvidar que un sujeto tan odiado debe ser algo”; enlazando con ésta, un proverbio de Blake: “Si el necio persistiera en su necedad se tornaría sabio”… Parece ser que nuestra parte más negada y rechazada tiene, en sí misma, algo que nos puede poner en marcha y que incluso puede ser un faro en nuestro camino. A todo esto, sospecho que el refrán “El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra” no es del todo cierto; o al menos para mí, pues acostumbro a tropezar más veces que dos en la misma piedra. Y tengo que estar muy ciego para no aprender nada de cada nuevo tropezón. Para evitar la ceguera y así poder transformar la neurosis en acto creativo, se requiere la aceptación de la propia enfermedad. Esto de por sí ya enriquece, somos más completos y reales. Quizás más compasivos; a veces también más miserables. El código de entrada es la consciencia y la responsabilidad, la guía que nos permite un viaje provechoso.

Así pues -tomando estos dos puntos globalmente- dado que nos toca convivir con la neurosis, y que contiene, en lo más íntimo, algo de necesario, vital y genuino; ¿qué menos que rendirle un pequeño homenaje?

 

Josep Devesa (1998)

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